EL RELOJ
Lydia Giménez Llort
Hubo una vez un reloj de oro que
gustaba marcar las horas muy, muy exactas. También marcar el paso del
tiempo con su incesante tic, tac, tic, tac. Las manecillas siempre bien
dispuestas para indicar cuántos minutos habían pasado desde la última
hora, y cuantos faltaban para volver a casa porque ya era la hora de
preparar la comida y almorzar. Una pequeña ventanilla ayudaba a no
olvidar que el primer día de mayo ya llegó y que por ser domingo no sólo
era día de descanso sino también de celebración.
Pero resultó ser que su ama, que andaba últimamente un poco despistada, confundida y olvidadiza, pensó que el reloj pesaba demasiado para su delgada muñeca….pensó que con la lluvia de mayo el valioso reloj se mojaría…pensó que por no salir juntos de paseo un día no se echaría a perder su amistad…Así que ese día , ese primer domingo de mayo, el ama del reloj de pulsera decidió guardarlo en el armario. Y aunque aquel día el armario tenía un aspecto un tanto extraño lo dejó allí un rato para evitarle la intemperie cuando fuera a salir para dar su paseo diario.
El reloj miró a su alrededor. Vio
grandes joyas y medallones de color rojo rubí, granate y amatista,
largos brazaletes de color jade verde, esmeralda y turmalina ,
colgantes color amatista, botellas llenas de agua marina, un grupito de
ónix negros y ojos de tigre. A pesar de la belleza indudable de
aquellas piedras preciosas, ninguna respondió a su saludo. Se las veía
demasiado engreídas, aunque alguna había perdido ya su belleza y
aparecía un tanto deslustrada y mustia.
Por primera vez en su vida el reloj de oro se sintió sólo y empezó a notar la falta del calor de la amistad. Pasaron las horas y el reloj sufría al ver que su ama no regresaba. A esas horas debería haber abierto ya la puerta de la casa, a esas horas debería haberse sentado ya en la mesa y empezado a comer su sopa de cebolla. A esas horas, entre plato y plato, le habría dedicado ya algunas miradas, le habría dado un poco de cuerda para eternizar el latido de su corazón, le habría dicho algunas palabras amables o habría conversado un largo rato sobre vivencias compartidas en viejos tiempos.
Por primera vez en su vida el reloj de oro se sintió sólo y empezó a notar la falta del calor de la amistad. Pasaron las horas y el reloj sufría al ver que su ama no regresaba. A esas horas debería haber abierto ya la puerta de la casa, a esas horas debería haberse sentado ya en la mesa y empezado a comer su sopa de cebolla. A esas horas, entre plato y plato, le habría dedicado ya algunas miradas, le habría dado un poco de cuerda para eternizar el latido de su corazón, le habría dicho algunas palabras amables o habría conversado un largo rato sobre vivencias compartidas en viejos tiempos.
Pero el tiempo continuó pasando,
despacio, muy despacio… y el reloj sintió el dolor del desaire, el frío
de la soledad, la humedad calando en sus huesos, la lentitud del
momento…
El reloj decidió permanecer toda la
noche en vela, por si el ama llegaba…pero no sirvió de nada…
Poco a poco, empezó a dudar de todo, creyó que quizás ya nada tendría sentido, y empezaron a faltarle las fuerzas para continuar con su tic, tac. Las lágrimas de sus ojos nublaron las ventanitas y el 1, el mayo y el domingo decidieron acompañarle un rato más para no dejarle solo. Y llegó el día siguiente, y uno tras otro se fueron sucediendo sin que hubiera ninguna novedad.
El reloj de oro seguía en el interior del armario, medio adormecido marcando las diez y diez, junto a piedras preciosas sordas y mudas, harto de preguntar sin oír respuestas. Hasta que al fin, la puerta del armario se abrió.
Contra lo esperado, fue una joven la que asomó la cabeza y cuando le vio allí solo, cerca de un topacio que estaba roto, cogió a ambos, cerró la puerta de la nevera, se sentó en la mesa y se puso a llorar. La joven acabó de pelar la media cebolla para preparar la sopa y después de colocar la olla en el fuego para cocinarla, acarició y besó al reloj. Olvidado en la nevera, con la humedad penetrada en sus entrañas, el tiempo había pasado sin avisar…La joven colocó el reloj otra vez en la delgada muñeca de su madre, y ésta, mirándolo extrañamente, le preguntó:
Poco a poco, empezó a dudar de todo, creyó que quizás ya nada tendría sentido, y empezaron a faltarle las fuerzas para continuar con su tic, tac. Las lágrimas de sus ojos nublaron las ventanitas y el 1, el mayo y el domingo decidieron acompañarle un rato más para no dejarle solo. Y llegó el día siguiente, y uno tras otro se fueron sucediendo sin que hubiera ninguna novedad.
El reloj de oro seguía en el interior del armario, medio adormecido marcando las diez y diez, junto a piedras preciosas sordas y mudas, harto de preguntar sin oír respuestas. Hasta que al fin, la puerta del armario se abrió.
Contra lo esperado, fue una joven la que asomó la cabeza y cuando le vio allí solo, cerca de un topacio que estaba roto, cogió a ambos, cerró la puerta de la nevera, se sentó en la mesa y se puso a llorar. La joven acabó de pelar la media cebolla para preparar la sopa y después de colocar la olla en el fuego para cocinarla, acarició y besó al reloj. Olvidado en la nevera, con la humedad penetrada en sus entrañas, el tiempo había pasado sin avisar…La joven colocó el reloj otra vez en la delgada muñeca de su madre, y ésta, mirándolo extrañamente, le preguntó:
-Tu reloj dice que son las diez y
diez.. que hoy es domingo, uno de mayo. Deja que te de un beso, mamá.
¡Hoy es el día de la madre!.
- ¿Este reloj de oro es mío? ¿Quién me ha hecho este regalo tan bueno? –preguntó extrañada la mujer mayor.
-¡Es tu reloj de boda, mamá!-contestó la muchacha acariciándole la mano.
- Pues entonces démonos prisa con la sopa, hija mía, que a tu padre no le gustará que en el día de su boda le hagamos esperar.
Fin
El reloj es un cuento de Oyakudachi
que relata de forma metafórica alguno de los primeros síntomas de la
enfermedad de Alzheimer.
La enfermedad de Alzheimer es la
demencia más frecuente, afecta más a mujeres que a hombres y el
principal factor de riesgo es la edad. La enfermedad altera de forma
paulatina el juicio y la memoria de las personas que la padecen. En sus
primeros síntomas claros, se producen olvidos que pronto dejan de ser
ocasionales o justificados. Se guardan cosas en lugares impropios, como
relojes en una azucarera o joyas que se confunden entre las verduras y
hortalizas de la nevera. Hay una desorientación respecto al lugar y el
tiempo, a pesar de que sean lugares habituales o bien conocidos. Cuando a
una persona que padece la enfermedad de Alzheimer se le enseña un reloj
que marca las diez y diez, confunde la hora con cualquier otra.
Las
personas con la enfermedad de Alzheimer y otras demencias olvidan el
valor del tiempo y la falta de nueva memoria les hace que puedan repetir
preguntas como si nunca antes las hubieran formulado. Además de la
memoria, la enfermedad de Alzheimer produce cambios en la esfera
emocional, que puede generar cambios de humor repentinos o sumir al
enfermo en profunda tristeza o mantenerle despierto a la entrada del
anochecer.
A pesar de los
esfuerzos para encontrar una cura, los tratamientos actuales no son
suficientes para curar la enfermedad pero los avances logrados hasta
ahora permiten que éstos puedan aliviar sus síntomas y, con ello, el
sufrimiento del enfermo y su entorno familiar.
Aunque la intervención
del colectivo socio-sanitario es crítico para intentar controlar el
avance de la enfermedad y encontrar las mejores vías para sobrellevarla,
es justamente la familia – y en gran mayoría las hijas- quienes
representan el mayor apoyo para el enfermo porque los familiares son los
cuidadores por excelencia hasta que las dificultades de las fases más
avanzadas obligan a la institucionalización o el cuidado profesional. El
amor, la comprensión, la paciencia y el sentido de responsabilidad son
sus herramientas y, aunque no lo parezca, son las más útiles para
luchar contra la enfermedad.
Lydia Giménez
COMENTARIO
He publicado este cuento en el blog con el consentimiento expreso de la autora, Lydia Giménez Llort. Su generosidad de espíritu y su sensibilidad me conmueven infinitamente.
A continuación os dejo un mini-resumen de su impresionante trayectoria profesional.
A continuación os dejo un mini-resumen de su impresionante trayectoria profesional.
Doctora en Ciencias
Biológicas por el CSIC y la Universidad de Barcelona. Investigadora
Postdoctoral en el Instituto Karolinska de Suecia (1996-1998).
Investigadora Reincorporada de la Generalitat de Catalunya y el MEC
(1999-2001). Investigadora del Programa Ramón y Cajal (2002-2006). Trayectoria Investigadora Destacada I3 (2006), Profesora Agregada en Psiquiatría de la Universidad Autónoma de Barcelona (desde 2007).
Montse García
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