CIELO E INFIERNO
Anónimo
Una mujer falleció, y en su viaje hacia la otra vida se encontró a sí misma
de pie en una sala de banquetes extremadamente cuidada. Las paredes estaban
recubiertas con las maderas más caras, de los altos techos colgaban arañas de
luces de cristal y los lienzos de todos los grandes maestros de la pintura
adornaban la estancia.
En el centro del salón estaba desplegada una inmensa mesa de banquete, con
todos los manjares posibles y los vinos más apreciados del mundo. «Debe ser el
cielo», pensó, un poco sorprendida. No creía que hubiera llevado una vida tan
meritoria o santa como para merecer tal recompensa. Sin amilanarse, corrió ansiosa
a ocupar su sitio en la mesa, se dejó caer sobre la silla y entonces se dio
cuenta de algo espantoso.
Tenía los dos brazos entablillados. No podía doblar los codos. Sentía sus
manos como si estuvieran al final de un poste. No le costaba coger los delicados
manjares repartidos por la mesa, pero era incapaz de llevárselos a la boca.
Cuando se detuvo unos instantes a observar todo lo que allí había, y que de
forma avariciosa había deseado para ella sola, vio a otras personas sentadas
alrededor de la mesa. También tenían los brazos entablillados, todas proferían
maldiciones y estaban iracundas, se sentían frustradas y lloraban. Pero su
destino parecía irremediable.
«Estaba equivocada», pensó la mujer. «Esto no es el cielo, sino el infierno.
Me pregunto cómo será el cielo.»
Sus deseos la transportaron a otra sala de banquete idéntica. Del techo
pendían las mismas valiosas arañas de cristal. En las exóticas paredes de
madera también había cuadros pintados por grandes maestros. En el centro de la
estancia había igualmente una mesa de madera tallada, en la cual también
estaban dispuestos los más ricos manjares y los vinos más afamados. De nuevo,
volvió a correr para ocupar un asiento, esperando poder participar del
banquete. Pero una vez más percibió esa sensación inesperada: sus brazos
seguían estando rígidos y entablillados.
Al borde de la desesperación, miró a su alrededor. Había algo muy diferente
en el grupo de comensales, pues todos estaban felices y parecían estar
saciados. Observó sus brazos y se percató de que también estaban entablillados,
al igual que los suyos. Sin embargo estas personas, pese a sus dificultades, se
sentían joviales y comunicativas.
Por fin se dio cuenta de dónde radicaba la diferencia. Estos comensales no
luchaban por deshacerse del inamovible vendaje, ni trataban codiciosamente de
llevarse la comida a la boca. Por el contrario, cada persona cogía algún manjar
y se lo ofrecía cortésmente a quien tenía sentado enfrente. En lugar de ver sus
restricciones como una incapacidad, las utilizaban para beneficiar a sus
compañeros de mesa. Cuando conseguían coger algo de comida se la daban a la
persona que había en el otro extremo. La mujer se dio cuenta de que dando a los
demás ella también ganaba. Los demás la alimentaban de la misma forma como ella
los alimentaba.
«Esto no sólo atañe a la comida», pensó, ya que los comensales también
compartían una conversación. Todos intercambiaban historias, irradiaban
optimismo y disfrutaban juntos de una feliz experiencia. «Sí», pensó, «esto
verdaderamente es el cielo».
5 comentarios:
Hola Montse, como siempre en tu línea, incansable. Es muy edificante encontrar personas y profesionales como tu que, humildemente, incansablemente, como una hormiguita, aportan día a día su "granito" al silo del hormiguero.
Gracias por la parte que me toca...
Hola Xuan¡¡¡
Ya echaba de menos tus comentarios, me alegra mucho verte de nuevo por aquí y que me des tantos ánimos.
Supongo que habrás estado de vacaciones viendo a tu familia. Espero que las hayas disfrutado.
Un beso.....y muchas gracias.
Montse
Cómo siempre Montse, desde que te conocemos; qué bien trabajadas tus publicaciones, cuánto "tiempo" y cuánto amor le pones a la profesión. Muchas gracias por estar ahí compartiendo tu conocimiento y experiencia. Un abrazo. Lili S. de T.T.
Gracias a ti Lili por seguir mis publicaciones.
Compartimos varios grupos relacionados con la psicología y por ello conozco y valoro mucho las aportaciones que Tiempo Terapéutico hace.
Por cierto que estuve viendo vuestra página profesional y me gustó muchísimo, especialmente el artículo tuyo en el espacio de monografía del duelo, excelente. Muchas gracias por compartirlo.
Aprovecho para invitar a leerlo a todo aquel que esté interesado por el tema, aquí dejo el enlace.
http://www.tiempoterapeutico.es/monografia-del-duelo.html
Un fuerte abrazo
Montse
Montse, te he comentado en Linked In.
Aquí sólo remarcaré la curiosa ¿coincidencia? de que en mi despacho tengo un cartelito vertical donde me escribieron en chino (y a mano) un fragmento del Tao: "Dar generosamente". El Sabio no acumula, reparte sus dones, y cuanto más reparte, más tiene.
Un beso,
Juan Carlos Albaldejo
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