PRINCIPIO A: BENEFICENCIA Y NO MALEFICENCIA.
Este
principio expresa el esfuerzo que los psicólogos deberán mantener para
salvaguardar el bienestar y los derechos de las personas implicadas en las
relaciones terapéuticas, ya sea directa o indirectamente, evitando causar
daños. También especifica el esfuerzo que se ha de mantener para no dañar los
animales de investigación. En caso de conflicto entre bienestar y perjuicio el
psicólogo deberá intentar resolverlos de un modo responsable que evite o
minimice los posibles daños.
Teniendo
en cuenta que los juicios científicos y las acciones profesionales pueden
afectar las vidas de otros, este principio general establece la necesidad de
prestar especial atención para no utilizar mal la influencia a favor de factores
personales, financieros, sociales, orgánicos o políticos; del mismo modo el
psicólogo deberá esforzarse por ser consciente del posible efecto que su propia
salud física y mental produce sobre su habilidad en ayudar aquellos con quienes
trabaja.
Seguidamente relato un caso ficticio aunque no por ello improbable de lo que en mi opinión podría ser una vulneración al código deontológico del psicólogo del APA.
A la consulta de María,
psicóloga de 40 años, acude Eva, una mujer de 30 años que dice sentirse muy
triste y deprimida desde hace meses.
Eva le cuenta a María que se
siente sin fuerzas para continuar su vida, dice que llora permanentemente,
que no tiene ganas de divertirse y salir con sus amigos como antes y que todo
lo que antes la motivaba y le gustaba ahora no le apetece hacerlo.
Eva piensa que todo lo que le
está ocurriendo está motivado por una relación que mantiene desde hace 1 año
con un hombre casado. Al principio, dice Eva, todo iba bien, estaba muy
ilusionada con él, porque era un hombre maravilloso y atento con el que se
divertía y al que ha llegado a querer muchísimo.
A los 6 meses se enteró de que
él estaba casado y tiene 2 hijos, ella se enfadó muchísimo y quiso dejar la
relación, aunque finalmente él la convenció de no hacerlo diciéndole que su
matrimonio no funcionaba y pensaba dejar a su mujer. Eva finalmente consintió
seguir la relación creyendo que él sería sincero con su mujer y le pediría el
divorcio. A los dos meses se percató de que él aún no había dicho nada en
casa y que a pesar de sus promesas no parecía tener intención de dejar a su
esposa.
Sus amigos le aconsejaban que
cortase esa relación porque la estaba dañando y cambiando su humor, estaba
dejando de ser la chica divertida y amable que siempre había sido.
En el curso de la segunda
sesión, Eva comenzó a entrar en detalles sobre su relación y sobre Javier, el
hombre con quien mantenía esa relación. Conforme Eva iba relatando
situaciones, María empezó a sentirse mal y comenzó a darse cuenta que el
hombre del que Eva hablaba era su propio marido.
Inicialmente la psicóloga sintió
una rabia profunda hacía Eva considerándola la causante de sus problemas
matrimoniales.
Después de reflexionar al
respecto decidió que el tema personal no debía influir en la relación
profesional con su cliente y tras plantearse el derivar el caso a un colega,
decidió continuar con el tratamiento sin decirle nada a su cliente ni por
supuesto a su marido.
En este caso y por mucho que la
psicóloga creyera ser objetiva y actuar correctamente con su cliente, está
vulnerando claramente el código de beneficencia y no maleficencia, ya que
dado que estando tan involucrada a nivel personal no sería extraño que en vez
de ayudar a su cliente pudiera causarle eventualmente algún perjuicio. En consecuencia debería haber derivado el caso a otro profesional.
Montse García
2 comentarios:
Muy bueno Montse. Creo que como somos humanos, a veces debemos de consultar nuestra forma de actuar con otro colega, ya que sin ser cosciente podemos estar interfiriendo en la terapia con algún paciente y al mismo tiempo en nuestra propia vida.
Los sentimientos y emociones son a veces dificilies de controlar.
Un Saludo.
Feliz Navidad!!!
Así es Reyes, eso es algo que creo que nunca debemos perder de vista, también somos humanos y por tanto falibles por eso es importante que seamos conscientes de ello.
Feliz Navidad para ti también ¡¡¡
Un abrazo
Montse
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