INTELIGENCIA EMOCIONAL 2ª EDICIÓN
EL CUENTO DE LAS RANITAS.
El valor de la persistencia y el esfuerzo.
Hace unas semanas cogí una cartulina y escribí el conocido cuento de Las Ranitas en ella. Pensé que era una gran fábula cortita y clara que en la que los niños podían ver el valor de la persistencia y el esfuerzo.
En mi clase ¡por suerte!, hay siempre muchos voluntarios y por eso tuvimos que sortear quienes leerían el cuento delante de los demás. Así salieron Laura y Jordi que fueron los encargados de leerles el cuento a los otros niños.
Después de la lectura mantuvimos una interesante conversación sobre lo importante que es esforzarse en el día a día, pero no sólo eso, sino que a veces ni siquiera el esfuerzo es suficiente, además hay que persistir en él. Incluso cuando creemos que todo está perdido o que no seremos capaces de conseguir lo que queremos.
Cada uno y cada una aportó su opinión y algunos ejemplos en los que ellos y ellas se habían esforzado y habían salido vencedores. ¡Muy chulo!
Sin más, os dejo el cuento para que lo disfrutéis:
Había una vez dos ranas que cayeron en un recipiente de
nata. Inmediatamente sintieron que se hundían, era imposible nadar o flotar
mucho tiempo en esa masa espesa como arenas movedizas.
Al principio, las dos patalearon en la nata para llegar al
borde del recipiente pero era inútil, sólo conseguían chapotear en el mismo
lugar y hundirse. Sintieron que cada vez era más difícil salir a la superficie
a respirar.
Una de ellas dijo en voz alta:
¡No puedo más! Es imposible salir de aquí, esta materia no
es para nadar. Ya que voy a morir no quiero alargar este dolor. No entiendo qué
sentido tiene esforzarse por un resultado estéril.
Y dicho esto, dejó de patalear y se hundió con rapidez
tragada por el líquido blanco.
La otra rana, más persistente, y quizás más tozuda se dijo:
Nada se puede hacer para avanzar en esta cosa. Sin embargo
ya que la muerte me llega, prefiero luchar hasta mi último aliento. ¡No
quisiera morir ni un segundo antes de que me llegue mi hora!
Y siguió pataleando y chapoteando siempre en el mismo lugar,
sin avanzar ni un centímetro. ¡Horas y horas!
Y de pronto…de tanto patalear y agitar, agitar y patalear…,la
crema se transformó en mantequilla.
La rana sorprendida dio un salto y patinando llegó hasta el
borde del bote. Así que salió y se fue caminando alegremente hasta su casa.
FIN
La sorpresa para los niños fue también que el cuento estaba sin ilustrar y que eran ellos los que tenían que hacerlo. Se volvieron a pedir voluntarios para hacer esta tarea y, por supuesto, se ofrecieron casi todos. Así que decidimos que para que fuese justo deberíamos de hacer una votación.
Bien, pues casi como si fueran unas primarias (jejeje), hicimos una primera ronda en la que quedaron finalistas Olaiz, Clara y Sara. La semana siguiente se votó el desempate y se decidió que Sara fuese la ilustradora del cuento, y el resultado fue magnífico, es la primera foto que he incluido en este post, pero a continuación la vuelvo a poner para que la veáis bien.
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