miércoles, 9 de mayo de 2012

EL ELEFANTE ENCADENADO

EL ELEFANTE ENCADENADO 





“Cuando yo era chico me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. También a mí como a otros, después me enteré, me llamaba la atención el elefante. Durante la función, la enorme bestia hacia despliegue de su tamaño, peso y fuerza descomunal… pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas clavada a una pequeña estaca clavada en el suelo. Sin embargo, la estaca era solo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra.


Y aunque la cadena era gruesa y poderosa me parecía obvio que ese animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría, con facilidad, arrancar la estaca y huir. 

El misterio es evidente: ¿Qué lo mantiene entonces? ¿Por qué no huye? Cuando tenía 5 o 6 años yo todavía creía en la sabiduría de los grandes. Pregunté entonces a algún maestro, a algún padre, o a algún tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado. 
 
Hice entonces la pregunta obvia: -Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan? No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo me olvide del misterio del elefante y la estaca… y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho la misma pregunta.

Hace algunos años descubrí que por suerte para mí alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta: El elefante del circo no se escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde muy, muy pequeño. Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró, sudó, tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo, no pudo. La estaca era ciertamente muy fuerte para él. Juraría que se durmió agotado, y que al día siguiente volvió a probar, y también al otro y al que le seguía… Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino.

Este elefante enorme y poderoso, que vemos en el circo, no se escapa porque cree -pobre- que NO PUEDE. Él tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro. Jamás… jamás… intentó poner a prueba su fuerza otra vez…”

¿Y tú, tienes algo de elefante? Cada uno de nosotros somos un poco como ese elefante: vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad. Vivimos creyendo que un montón de cosas “no las podemos hacer”, simplemente porque alguna vez probamos y no pudimos.

Grabamos en nuestro recuerdo: No puedo, no puedo y nunca podré. Muchos de nosotros crecimos portando ese mensaje que nos impusimos a nosotros mismos y nunca más lo volvimos a intentar. La única manera de saberlo, es intentar de nuevo, poniendo en el intento TODO TU CORAZÓN.

De Jorge Bucay. “Recuentos para Demián”

 

 

COMENTARIO

"El Elefante encadenado" es uno de los cuentos más conocidos de Jorge Bucay. Es una metáfora que nos ilustra con claridad porqué a veces las personas nos autolimitamos sugiriéndonos la forma de cambiar esta tendencia.

Como el elefante de la historia de Bucay, todos estamos atados por unas cadenas invisibles que muy posiblemente nos fueron poniendo desde pequeños. Estas cadenas de algún modo cortaron nuestras alas, deteriorando nuestra autoestima y la confianza que teníamos en nuestras propias capacidades.

 
Pongamos atención a aquello que les decimos a nuestros niños. Ellos nos creen y se miran en nosotros, no coartemos su creatividad, su ilusión y sus capacidades. Dejemos que se equivoquen sin hacerlo sentir fracasado e inútil, todos en la vida nos equivocamos y aprendemos de nuestros errores, los niños más que nadie.

En la etapa infantil los padres, abuelos y también los maestros son unas figuras de suma relevancia para los niños. ¿Os acordáis de vuestra infancia? ¿Cuántas cosas no hemos vuelto a intentar hacer porque alguno de nuestros maestros nos dijo que no éramos capaces de lograr? ¿qué áreas de nuestra vida hemos apartado porque no parecía oportuno a algún adulto? ¿cuántas veces dejamos de hacer algo porque nuestros padres lo desaprobaban?

En muchas ocasiones los adultos importantes les repetimos a los niños con insistencia que no sirven para tal o para cual cosa. Incluso les decimos que no tienen aptitudes para hacer algo que a los niños parece gustarles. Si en vez de motivarles a alcanzar un objetivo y que perseveren en él, les recalcamos una y mil veces que no podrán conseguirlo, estaremos limitando sus posibilidades de desarrollo. De este modo dificultaremos su crecimiento porque estaremos clavando estacas en áreas de su vida que podrían haber constituido para el niño una fuente de satisfacción y fortaleza interior.

Dejemos que nuestros niños experimenten, que se esfuercen por conseguir aquello que quieren, que fracasen y sepan asimilar la frustración que ello conlleva......pero dejemos que lo intenten, que luchen por lo que quieren. No seamos nosotros los que con nuestros gestos, palabras o actos, les hagamos sentirse por siempre encadenados a pequeñas cadenas de las que les parecerá que es imposible liberarse, incluso cuando sean adultos.

Lo anterior no implica que dejemos que nuestros hijos, alumnos, nietos, campen a su anchas o a su libre albredrío. Nosotros, los adultos, tenemos que ser su orientación, su guía, su apoyo. Tenemos el deber de ofrecerles amor y confianza, educarlos para que ellos construyan un mundo equilibrado dentro de sí que les ayude en un futuro a vivir como adultos fuertes, equilibrados y coherentes. Así serán capaces de construir su propia identidad y luchar por aquello que quieren sin que los primeros obstáculos que encuentren en su camino les disuadan de alcanzar su sueño.  

Montse García



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3 comentarios:

Isabel dijo...

Buen consejo, prima. Yo le digo al padre de mi hija: no me gusta que le digas a la niña: "tu no sabes" para motivarla, prefiero que le diga "tu si puedes, tu sabes hacerlo". Aun es pequeña, tiene 20 meses, pero creo que crearle una buena confianza en si misma sera la mejor herramienta para conseguir sus logros. Al menos yo creo que es lo mejor.
Me gusta tu blog, porque me gusta mucho la psicologia, asi que me hecho seguidora desde ya.
Muchos besos

Montse Garcia dijo...

¡Gracias Isabel! Por cierto, me alegro de que nos hayamos reencontrado de algún modo, jajaja.

Coincido absolutamente con lo que dices, ayudar a que el niño tenga una buena autoestima y una autoeficacia alta, incrementa también su confianza y le ayudará a afrontar adversidades de la vida, así como a esforzarse y a persistir para lograr sus metas.

....y mejor que sea pequeña, estas cosas empiezan a sembrarse desde muy pronto....

Un fuerte beso a ti, tu familia y saluda a todos por allí de mi parte.

Anónimo dijo...

me encanto muchas gracias, realmente ayuda mucho para poder seguir incentivando a las personas a seguir adelante =)