sábado, 14 de julio de 2012

METÁFORAS EN PSICOLOGÍA: TEATRO MARIONETAS

TEATRO DE MARIONETAS

Anónimo



El joven Miguelito se lamentaba amargamente:

“Qué mal me trata la vida. No tengo amigos. Mi familia justamente me soporta y profesionalmente voy dando tumbos, de fracaso en fracaso. Esta es la tercera o cuarta empresa que prescinde de mis servicios alegando que mi carácter no sirve ni para las ventas, ni para el trabajo en equipo, ni para nada. Y no consigo que las chicas me hagan caso más de un día.

Cuando les convenzo para salir al cine o a cenar, enseguida les entra la prisa y ponen tierra por medio.”

“Soy consciente de que físicamente no soy gran cosa”, pensaba, “no soy alto y tampoco muy guapo. Bueno, a decir verdad, soy bajito, regordete, un poco feucho, y reconozco que tengo el carácter bastante fuerte.”

El caso es que cuando el melancólico Miguelito conseguía estar con algún grupo de personas enseguida caía mal a todo el mundo.

“La cara es el espejo del alma”, decían unos, en cuanto abría la boca, “ es tan feo como desagradable”, añadían otras.
Así las cosas, cada día con peores humos y más distante de todo el mundo, el único trabajo que encontró fue en un teatro ambulante de marionetas, donde representaba a Romeo en la obra Romeo y Julieta, cubriéndose el rostro con una careta de galán de cine de labios carnosos.

“Julieta..., Julieta...”

Y su actuación era tan dulce y tierna y sus ademanes tan galantes y educados que la obra tenía un gran éxito y cada día acudían más personas de todas las edades a verle, ganándose la admiración y el cariño de todos los espectadores que le premiaban con sus cálidos aplausos.

Y conforme Miguelito iba sintiendo el calor del público, mejor actuaba y más se identificaba con el educado y casi cursi personaje de Romeo, llegando a imitarlo incluso fuera de la escena.

“Con qué ternura trata a Julieta. Qué apuesto es y qué simpático”, decía la gente embelesada.

Al tiempo, dejó el trabajo como actor en el circo de marionetas y volvió al barrio donde siempre había vivido.
 Sorprendentemente encontró trabajo en una de las empresas que tiempo atrás le había despreciado. Además, se dio cuenta de que la gente ya no le trataba con desprecio y acritud como antes. Incluso caía bien a casi todo el mundo.

“Qué hombre tan interesante”, decían unos, en cuanto abría la boca, “es feo pero resultón”, añadían otras.

Todo el mundo quería estar con él y él cada día estaba más a gusto con todo el mundo.

“Parece mentira”, pensaba, “cómo ha cambiado la gente desde hace un tiempo..”

Montse García

Fuente: Barcelona Psicólogos.net

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